domingo, 18 de octubre de 2015

Se dice que no seu interior hai un gran tesouro

Cando tiña 10 anos miña tía coñeceu a un vello mouro que decía venir de Xerusalén. Éste lle contou si desexaba apropiarse del tesoro escondido no castro debía de esperar a que saliese o sol y alí onde marcaran sus raios aparecería una hermosa puerta de bronce tras a cual hallaría unha chave de ouro .Pero eu, inqueta, no puiden evitar buscar o  tesouro unha madrugada de verán. Pero alí non encontramos ningunha chave máxica. Sólo restos e losas con huesos. O que para min foi un descubrimiento insignificante habría sido todo un hallazgo para calqueira arqueólogo, pois probablemente se trataba de restos prehistóricos.

 Las leyendas de mouros son numerosas en Galicia. Estos personajes son “una raza mítica que habita los monumentos prehistóricos e, incluso, otros lugares del paisaje rural galaico”. 

 Gracias a la tradición oral se han ido transmitiendo los apuntes elementales de la simbología y mitología de los castros. Los seres que los habitan son personajes con extraños poderes, tan desconcertantes como el nombre por el que son designados por la población indígena: mouros. En las leyendas se los describe como individuos de piel blanca y cabellos rubios, muy en la línea de las descripciones de otros seres mitológicos del ámbito geográfico anglo-francés.

 En las leyendas de castros se repite de forma constante elementos simbólicos tales como la llave de oro, el tesoro, las tijeras y la serpiente. El humano que se encuentra con el ser mitológico se ve abocado a desentrañar algún misterio del interior del castro con el propósito de enriquecerse. Pero ese enriquecimiento no es material, sino espiritual. El mouro reta al humano en la conquista de ese tesoro, símbolo del conocimiento.


Se cree que los constructores de los castros gallegos eran oriundos del mar Caspio y portadores del hierro. En torno al siglo VII a. C., este pueblo inició la edificación de estos complejos arquitectónicos, en cuya construcción se tenían presentes aspectos económicos y militares, pero también mágicos. Algunas ceremonias se realizaban bajo terribles condiciones climatológicas y en ellas la lluvia y la tormenta representaban el poder de la Naturaleza. Por motivos no sólo defensivos, los castros se erigieron en zonas altas (lo más próximas al cielo), según las creencias de sus habitantes, en una comunicación más fluida con los dioses. El castro se construye en un lugar de poder, sobre el que posteriores pobladores, sabedores de la importancia energética de estos parajes, fundarán nuevos complejos arquitectónicos. Valga como ejemplo el santuario de O Cebreiro, el cual se alza, sobre un castro edificado muchos siglos antes. Un espacio geográfico por el que pasa el Camino de Santiago.




                                          Santuario de O Cebreiro (Lugo)




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